Barcelona vivió el viernes su quinta noche consecutiva de disturbios. Los altercados de la jornada fueron especialmente virulentos por su duración, su intensidad y la dosis de violencia que emplearon los manifestantes. Más allá del rechazo a la sentencia emitida por el Tribunal Supremo contra los líderes del procés, los jóvenes pusieron en el centro de la diana a los policías. Miles de jóvenes se enfrentaron con gran violencia y durante horas a la policía. Los violentos cercaron la sede central de la Policía Nacional, donde arrojaron objetos, levantaron barricadas e incendiaron contenedores. Al anochecer, la protesta se trasladó al centro, donde los Mossos emplearon una tanqueta con cañón de agua. Al menos tres policías resultaron heridos.
Una multitud reivindicó este viernes en Barcelona su firme rechazo a la sentencia del Tribunal Supremo contra los líderes del proceso independentista catalán. Lo hicieron con una masiva concentración, en paralelo a una huelga general que colapsó los accesos a la ciudad durante casi todo el día. Esta manifestación multitudinaria transcurrió pacíficamente. Pero la violencia acabó, de nuevo, empañando otra jornada en Barcelona. Grupos de jóvenes ajenos a la convocatoria de las entidades secesionistas volvieron a protagonizar una batalla campal contra la Policía Nacional y los Mossos con barricadas a menos de un kilómetro de la marcha principal.
El lunes, con la sentencia recién publicada, el escenario escogido fue el aeropuerto de El Prat: una acción espectacular para llamar la atención del mundo. Hubo enfrentamientos y los Mossos y la Policía Nacional respondieron con contundencia. El martes lo fueron las delegaciones del Gobierno en Cataluña, símbolo del poder del Estado “opresor”. El miércoles y el jueves, los disturbios —organizados y liderados por grupos de independentistas revolucionarios y anarquistas y secundados por estudiantes— se extendieron sin control por todo el centro de Barcelona. Adoptaron ya entonces un cariz antipolicial: la protesta por el fallo del Tribunal Supremo se transformó en una revuelta contra las fuerzas de seguridad, fuese cual fuese el color del uniforme.
Este viernes esa animadversión llegó a su punto álgido con la quinta jornada consecutiva de incidentes. Durante siete horas, miles de jóvenes cercaron la Jefatura Superior del Cuerpo Nacional de Policía. Por la noche, los incidentes se extendieron por el corazón de Barcelona. Los disturbios han dejado un reguero de heridos (77 en Cataluña, 52 de ellos en Barcelona), detenidos (17, cuatro de ellos en Barcelona) y destrozos. Al menos tres agentes, además, resultaron heridos al ser alcanzados por el impacto de objetos.
Un nutrido grupo de jóvenes permaneció ajeno a la convocatoria pacífica que congregó en Barcelona a cientos de miles de personas llegadas de toda Cataluña. Tras una manifestación de estudiantes contra la sentencia y la “represión” policial, miles de ellos se plantaron frente al número 43 de la vía Laietana. Allí está la principal sede en Cataluña de la Policía Nacional, responsable de las cargas policiales del 1 de octubre de 2017 contra los votantes del referéndum. Unos 50 mandos y agentes del cuerpo permanecen investigados por supuestas malas prácticas. Aquella actuación acrecentó la animadversión del independentismo hacia la Policía Nacional.
Mientras esto ocurría, el presidente de la Generalitat, Quim Torra, volvió a guardar un clamoroso silencio. Aunque optó por no participar en las marchas independentistas y mantener largas reuniones con sus colaboradores, la oposición al completo reclamó su dimisión. Asediado por tierra, mar y aire, Torra tiene a su Gobierno pendiendo de un hilo por las incoherencias internas. "¿Dónde está el president? Todo esto es inaceptable y tiene que dimitir", dijo el líder del PSC, Miquel Iceta. Sí compareció a las 21.30 el consejero de Interior, Miquel Buch, que atribuyó los actos de "violencia extrema" a "grupos organizados" y pidió a los ciudadanos que los "aislaran".
Siete horas de cerco
Los incidentes comenzaron pasado el mediodía del viernes. Los manifestantes lanzaron petardos, botellas y pintura a los policías y a los furgones que, protegidos detrás de unas vallas, custodiaban el edificio. Tras una pequeña carga, hubo una breve tregua que coincidió con la hora de comer. Poco antes de las cuatro de la tarde, sin embargo, un grupo aún más numeroso de manifestantes tomó posiciones en la parte alta de la calle. Algunos de ellos, los de primera fila, se sentaron en el suelo.
Los antidisturbios de la Policía Nacional también tomaron posiciones y se pertrecharon fuera del edificio. Ambos bandos permanecieron encarados largo rato. Los agentes dedicaron su esfuerzo a ganar metros para evitar un asalto a las dependencias policiales. Se reprodujo el lanzamiento de objetos contra la línea policial. La tensión creció. Los jóvenes acudieron preparados para el combate: la mayoría de ellos iban encapuchados, se habían tapado la boca con un pañuelo e incluso lucían cascos de moto y gafas de protección. Algunos llevaban escudos caseros con el dibujo de un ave fénix, símbolo de las corrientes más identitarias del independentismo.
Sobre las seis de la tarde, mientras el gran acto independentista se celebraba en el paseo de Gràcia —a unos cientos de metros—, comenzó una batalla campal y se registraron los incidentes más graves. Los manifestantes emplearon objetos contundentes, como bolas de acero. También quemaron contenedores, levantaron barricadas y cortaron señales de tráfico. Como en las últimas jornadas, el fuego hizo acto de presencia con contenedores quemados y hogueras encendidas. Uno de esos objetos alcanzó a un policía, que quedó temporalmente inconsciente y tuvo que ser apartado en volandas por sus compañeros. Los agentes cargaron con fuerza. Uno de los heridos lo fue por contusión ocular. El ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, informó de que en lo que va de semana ha habido 207 agentes heridos, 128 violentos detenidos, 800 contenedores quemados y 100 vehículos policiales dañados.
Los policías lograron empujar a los jóvenes, alrededor de las ocho de la tarde, hacia la plaza de Urquinaona, que se convirtió en un nuevo escenario de enfrentamientos. Los manifestantes levantaron barricadas con material de obra, contenedores y maceteros y reprodujeron el lanzamiento de piedras, latas y botellas. Sobre las 20.30, los Mossos d’Esquadra se incorporaron para proteger esa zona. La Policía Nacional intentó dispersar a los manifestantes usando pelotas de goma, botes de humo y gases lacrimógenos. No fue suficiente. Los Mossos emplearon, por primera vez estos días, una tanqueta: primero, para retirar escombros de la calzada y, más tarde, para disparar agua y dispersar a los manifestantes. Algunos se escondieron en un hotel en obras. Poco antes de la medianoche, la gran concentración se había disuelto, pero grupos dispersos de jóvenes seguían provocando altercados en el centro, en el juego del gato y el ratón de cada noche.
elpais